La historia de un fotograma
Siempre digo que no tengo una foto favorita. Pero hay docenas de fotos que considero particularmente importantes y que me conmueven profundamente cada vez que las miro. Una de ellas es esta foto de una niña con ciruelas.
La modelo con la que fotografié esta obra era sorprendentemente modesta, aunque trabajaba en el ayuntamiento, y me sorprendió mucho que aceptara posar desnuda. Era su primera sesión; estaba muy nerviosa, pero confió en mí. La hicimos en la dacha de mi amiga, en un ambiente acogedor de estilo rústico, que siempre me encanta. Las fotos resultaron animadas y sinceras, y siempre recuerdo ese momento con cariño. Fue uno de esos casos en los que logré transmitir no solo el cuerpo, sino toda una atmósfera de confianza y belleza.