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17 marzo

Marina Paulo

Todavía recuerdo la primera vez que vi la obra de David Dubnitsky. Sus fotografías no eran solo imágenes, eran historias congeladas en el tiempo: elegantes, sensuales y profundamente artísticas. Cada fotograma era como una pintura donde la luz danzaba sobre la piel, revelando emociones indescriptibles. Desde ese momento, soñé con formar parte de este mundo, con adentrarme en su visión y dar vida a la historia a través de su lente.

Pasaron los años y este sueño me acompañó, ayudándome a crecer como modelo, a perfeccionar mis expresiones y a comprender el lenguaje de la fotografía como forma de arte. Cuando finalmente se presentó la oportunidad de trabajar con él, fue más que una simple sesión de fotos: fue un momento en el que mi admiración y pasión se fusionaron con su arte.

Frente a la cámara, no solo posaba, sino que vivía la historia, sintiendo cada detalle de la composición. Ahora, al ver las imágenes finales, me veo no solo a mí mismo, sino también el sueño que he alimentado durante todos estos años: un sueño hecho realidad, lleno de luz, belleza y significado.